Hace más de 5.000 años las primeras civilizaciones lo usaban y conocían sus propiedades especiales.
En épocas más recientes el conocimiento de su uso cayó al olvido hasta 1523, año en que reaparece en registros botánicos.
Karle Linne, el famoso botánico sueco de hace aproximadamente 500 años, hace referencia al polen en sus descripciones de plantas.
En la actualidad el polen es objeto de gran atención, a medida que la industria apícola se expande y ofrece muchos productos con valor nutricional agregado.
Cuando consumíamos miel sin procesar, sin saberlo consumíamos también polen; sin embargo, ahora sólo se trata de miel pura, ya que le han quitado el polen y otros elementos casi por completo.
Según su tipo, el tamaño del grano varía enormemente, en algunos tipos de polen se necesitan 10 millones de granos para tener 1 gramo, mientras que en otros son muy grandes y se pueden ver a simple vista.
El polen es aquella sustancia que fertiliza el estambre hembra de las plantas, y como tal, constituye una fuerza vital, que además es nutritiva. No se parece a ninguna otra sustancia de la naturaleza, por cuanto es tanto resistente como extremadamente nutritiva.
Puede existir durante miles de años, conservando su capacidad creativa de participar en la formación de vida vegetal, lo que demuestra que no hay nada nuevo bajo el sol después de tantos milenios.
Algunos tipos de polen causan estragos cuando los respiramos y llegan a los senos nasales y a los pulmones, provocando alergias graves.
Los terapeutas hace mucho saben lo benéfico que es consumir miel que provenga de la misma área en la que uno vive, ya que ese polen otorga inmunidad frente a dichas alergias.
Actualmente, se ha vuelto común encontrar en las estanterías productos que lo contienen y sabemos que es en si, una fórmula completa de proteínas, vitaminas y minerales muy buena para la salud.
Se ha sabido de gente que ha sobrevivido en base a una dieta magra en condiciones de privación, pero la dieta contenía polen.